Hay un punto en la vida en el que te das cuenta de que la paz que has construido dentro de ti es más valiosa que cualquier compañía que no la respete. He llegado ahí. Antes, buscaba vínculos, intentaba encajar, hacía espacio para personas que, en el fondo, no aportaban a mi bienestar. Pero hoy, si la presencia de alguien no me da la misma paz que me da mi propia soledad, simplemente no hay lugar para esa relación en mi vida.
Mi hogar es mi refugio. No porque sea un espacio físico, sino porque lo he cocreado con mi esencia, con mi verdad, con mi amor. Aquí no se entra con energía de desorden, de necesidad o de carencias emocionales que buscan que yo las llene. Mi paz no es negociable. No la pongo en riesgo por nada ni por nadie. Porque sé lo que me ha costado construirla. Porque sé lo que se siente perderla.
Por mucho tiempo, me enseñaron a ser complaciente, a dar oportunidades, a justificar, a tolerar lo que me incomodaba. Hasta que entendí que no tengo la necesidad de nada externo a mí. No busco validación, no busco distracciones, no busco ser entendida por quien no está en la misma frecuencia. He aprendido a sostenerme en mi propia certeza, en la comunión con el Señor, en la conexión con lo que realmente me nutre y me eleva.
La verdadera plenitud no está en acumular vínculos por miedo a la soledad. Está en saber que la compañía más poderosa que puedes tener es la tuya propia. Está en la certeza de que la paz que llevas dentro es suficiente. Y que, cuando decides compartir tu espacio con alguien, es porque esa persona vibra en la misma sintonía, porque su presencia no interrumpe tu paz, sino que la acompaña.
Si no suma, no entra. Si no es luz, no tiene espacio. Y si mi corazón no se siente en paz, no me obligo a quedarme. No tengo miedo de soltar. Porque lo que me sostiene no es lo externo, es lo que he cocreando con mi esencia, con mi fe y con el amor que fluye dentro de mí.
Arriba te deje un link donde hablo mas a fondo de este tema por si te interesa.
con Amor Kenia.!